Con la mirada en la Cruz, donde dio su vida y contemplando el sitio donde fue enterrado, podría parecer que todo acabó. Valioso es que alguien ayude, cure, acompañe, anime y con su palabra nos descubra los valores más importantes. Habríamos dado sentido a nuestro camino. Merecieron la pena los esfuerzos con los que construimos nuestra existencia y pudieron ayudar a alguien. Pero, ¿se acabó todo?
No, en medio de la noche oscura de la muerte el Señor, nos toca con su gracia y nos dice: mantened la esperanza, yo he vencido al mundo, al mal, al pecado y a la muerte.
Con María, en su corazón de madre y de discípula, toda la Iglesia, todos nosotros, esperamos y ansiamos el triunfo de la vida: la Resurrección. Hoy es día de esperanza misericordiosa.