AYUNO, ORACIÓN Y LIMOSNA
Quiero hoy recordar que seguimos en cuaresma. Oración, ayuno y limosna no pueden apartarse de nuestro vivir diario. Se nos ha pedido que recemos para que se acabe esta pandemia. Y tenemos que hacerlo. Pero eso no es suficiente. No puede faltar la oración, la limosna y el ayuno para convertir el corazón, que es la parte más importante.
Vamos a ponernos a pensar. Llevamos ya bastantes días encerrados en casa. ¿En qué se me ha ido el tiempo? ¿Cuáles son mis entretenimientos? ¿Rezo más y mejor? ¿Por quién rezo? ¿Estoy abierto al mundo? Estas preguntas son muy importantes porque a lo mejor se me pasa el tiempo en nada nuevo o en nada que cambie mi espíritu. Puedo plantearme si he revisado mi vida pasada a la luz de la situación de hoy. Qué cosas tengo que cambiar. ¿Por qué tengo que pedir perdón? ¿Qué cosas tengo que agradecer? ¿Con quién me tengo que reconciliar, por favor, con quién no puedo estar sin hablarme o mostrando indiferencia? ¿Cómo puedo reblandecer mi corazón?
Como contenido de nuestra oración, también es tiempo de echar de menos la libertad que teníamos y tanta abundancia. Pero es momento de valorar lo que tengo hoy, que mañana lo puedo perder. No sé si antes nos quejábamos y ahora… nos seguimos quejando. Es momento de salir de ahí. De pasar a Dios, del “cajón de complementos” de mi corazón, a los “conductos de servicios” que oxigenan y alumbran todo mi ser. Dios no es un adorno. Es el que marca la vida. La oración me tiene que poner ante el verdadero rostro de Dios que me cuestiona, me impulsa y me pone en el camino de la Vida.
Pero para eso, hay que ayunar. Porque cuando uno está empachado, la mente y la vista se le embotan. Y os propongo un ayuno concreto: ayunar del yo. Hoy decimos que hay mucha solidaridad, y ciertamente hay gente muy buena que se preocupa por los demás. Pero hay muchos signos que marcan que, también y sobre todo, hay mucha insolidaridad y pensamos sólo en nosotros. Valga un cuestionamiento: Las compras a lo bestia que se han hecho son ¿para no salir de casa o por si hay una carestía, que a mí no me falte? ¿y al otro? Y gran parte de la preocupación que tenemos hoy, no es tanto por cuidado del otro, sino porque “me puede afectar y contagiar a mí”. Si no fuera así, ya veríamos la solidaridad… Tenemos ahora el tema del cierre del centro de acogida. Los que están sin hogar, molesta que estén en la calle. Son un foco de infección, dicen (y a lo mejor con razón, aunque todavía no hay ninguno de ellos contagiados…) La delegación del gobierno obliga a cerrar el centro. Pero no dan solución a los que se quedan en la calle. Les quitan el único lugar donde pueden estar refugiados durante el día, con calor los días de frío y sin mojarse los días de lluvia, donde poder ir al baño tranquilos… y no ofrecen ninguna alternativa para darles cobijo. La realidad es que esa gente no importa. Y eso, en el fondo, lo aprueba mucha gente… la mayoría. Por eso cierran y ya está. Para que la sociedad “tan solidaria” esté contenta quitándoles estos “estorbos” que pueden contagiarnos. Y, luego, se llenan la boca de derechos humanos y de los pobres. Pecado de tomar el nombre de Dios en vano. Pero… ¿dónde tienen a Dios? Si su “dios” es el yo… Pero no vayamos tan allá, y recuperemos a Dios en nuestra vida; no sea que terminemos echando balones fuera y pensando que qué malos son los de la delegación del gobierno o los que han comprado de forma irracional y nosotros nos quedemos “justificados y cómodos en nuestro mundo”. Vamos a revisar la “potencia” de nuestro ego y ver de qué tengo que ayunar: la mentira para conseguir lo que quiero, la soberbia, la irracionalidad egocéntrica que busca justificaciones y se instala en la ceguera espiritual para afirmarnos a nosotros mismos de forma asombrosamente cínica; la manipulación del otro y de la situación para salirme con la mía; la comodidad que carga al otro mis responsabilidades… Ayunar… Esforzarme en ver en qué tiene que adelgazar mi ego. Debemos ayudarnos unos a otros, aunque ciertamente… o cambia nuestro corazón o, por más que me digan, será más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja… Pidamos la gracia de la conversión a través de este ayuno.
Y la limosna. Ya no se trata sólo de ayunar. Porque puedo ayunar y acumular lo que ayuno. Se trata aquí de dar, de salir de uno mismo. Es beneficiar al otro con mi riqueza material y espiritual. Estamos muy acostumbrados a tener lo mío y recibir lo que me den. Se trata de desprenderse de uno mismo para enriquecer a los demás. Tomad y comed dijo Jesús…
Vamos a revisar nuestra vida desde estas tres claves y a ponernos en acción. Estamos llamados a salir renovados y reconciliados de esta situación de dolor que vivimos. Jamás derrotados. Pero depende de nosotros no colaborar con el dolor y la desesperanza en el mundo.
Ángel