REGALO PARA LA ORACIÓN

 

Quiero compartir con vosotros un regalo para la oración, que he puesto como foto de mi perfil de WhatsApp…

 

Es el icono que estoy teniendo delante en la oración de estos días. En él, lo más visible es la Eucaristía. Jesús entregado por nosotros, triunfante como resucitado, se hace presente en el pan y en el vino. Vida entregada que se da en alimento para fortalecernos en el día a día. Pan partido que se reparte para hacerse uno con nosotros y para que nos unamos entre nosotros en Él. Y cuánta fuerza necesitamos en estos tiempos. Él robustece las almas encogidas por la incertidumbre y el miedo. El pan y el vino nos hacen mirar al cielo para dejar que el Padre llene nuestras manos de herramientas de esperanza para trabajar y llenar de Luz nuestra tierra. Y en estos días de cuarentena en los que pocos pueden comulgar, es bueno tener recuerdo de la fuente de la vida que no nos deja nunca.

 

El cáliz y el pan están hechos de cáscaras de huevo. Ese aspecto de resquebrajados que dan, señala la tierra sedienta de Dios y la sed que Dios tiene de la plenitud del hombre; es el signo del dolor del Señor por nosotros; las marcas de la cruz en el Cristo resucitado. Dios nunca se aparta ni se olvida de nuestro dolor. En estos momentos, también es esencial verle presente en todos los lugares de angustia en los que nos estamos jugando tanto. Nos coge de la mano y camina a nuestro lado. Eso da una paz y una seguridad que sólo quien camina de su mano lo sabe. Qué silencios con Él tan llenos de contenido; que suavidad tratando las heridas; qué delicadeza en su hablarnos al corazón; cuánto ánimo en nuestro agotamiento; qué vivificadoras y orientadoras sus palabras; qué contundente y decisiva su presencia para poder continuar. Consuelo y  caricia. Seguridad en nuestro dolor…

 

Y la figura de la virgen, preciosa, hecha de papel. Tan frágil como nosotros. Sujetando al Niño en sus brazos. Y también viene a confortarnos y calmarnos a nosotros, como al Jesús niño y al Jesús crucificado. Consciente de nuestra fragilidad, de nuestro ser de papel… Al pie no ya de la Cruz, sino del Pan y del Vino: el Resucitado. Esperanza y triunfo de la vida. Confiando siempre y haciéndonos vivir confiados, en sus brazos que nos ofrecen a Dios.

 

Y la inscripción 1994-2019. Veinticinco años de ministerio sacerdotal. El Señor que cuenta con nosotros, con todos, y a cada uno nos reserva un lugar en la Iglesia. La grandeza de fiarnos y ponernos en sus manos; la necesidad de responder con valentía a lo que nos pida. También hechos de cáscaras, o de papel… con mil y una debilidades, pero injertados en el cáliz de Cristo porque la fuerza no viene de nuestra hechura, sino de Cristo Resucitado que nos elige a cada uno y nos envía al mundo a ser sus testigos. Hoy tenemos una oportunidad de oro para renovar nuestra vocación y poder ser más testigos. Más que nunca, nuestro mundo está necesitado de aliento, de gente a su lado, de alguien que escuche y que hable con palabras que tienen sabor a vida eterna. Qué llamada tan grande a entregarnos al mundo…

 

Y queda algo impresionantemente grande que no se ve… Y es, que…¡lo habéis hecho vosotros! Es un regalo de la comunidad. Es la Iglesia. ¡Pueblo que camina! Solos no vamos a ninguna parte. Nos necesitamos. Sois cada uno de vosotros. Cada rostro, cada historia, cada grandeza de corazón, cada sufrimiento, cada soledad, cada lucha… nadie indiferente. Qué grande es mi foto de perfil, que cuando la veo, repito, os veo a todos juntos, pero a cada uno. Y veo también… el servicio, el perdón, el cariño… que os tengo y que nos tenemos, y la llamada a caminar juntos.

Y todo esto es fortaleza y ánimo para seguir; en todo esto está la certeza de nuestra victoria. Cada oración, con este icono delante, es un llenarse de Dios y de hermanos y un mirar hacia adelante sin miedo, porque sabemos cuál es nuestra Roca y que no caminamos solos.

 

Ángel