El coronavirus puede aislarnos, pero no distanciarnos. Puede parar el país, pero no paralizarnos ni apagar la pasión del Evangelio. Una cosa es estar en casa por prudencia y otra es estar acobardados cogida la mente y el cuerpo por el monotema del coronavirus, hasta que acallado éste, vuelvan a salir a flote los otros “monotemas” que me ahorro nombrar. Dice una parroquiana que somos creyentes pero no imprudentes. Y eso está muy bien. Dios nos cuida y nosotros le ayudamos en su tarea. Pero ahora, en nuestra prudencia, ¿cómo manifestamos que somos creyentes? ¿En qué nos distinguimos del resto de prudentes no creyentes? No podemos acomodarnos en un sepulcro decorado.
Tomamos conciencia de algunos signos de vida que aporta el ser creyente:
Este domingo, los que no habéis asistido presencialmente a misa, habéis tenido la experiencia de celebrar a través de la tele o la radio. Para algunos, ha sido vuestra primera vez. Yo creo que esta experiencia es preciosa. Por un lado nos pone en el “pellejo” de tantos ancianos y enfermos que cada domingo no pueden acudir a misa; a partir de ahora vamos a entenderles mejor. Por otro lado, vemos la grandeza de este servicio de los medios de comunicación; y por último, celebrar a través de la tele, nos da idea de la catolicidad y nos pone en comunión, de forma palpable, tanto con la iglesia universal como con la comunidad de nuestro barrio. Porque nos hemos tenido muy en cuenta. Hemos rezado por todos; y desde casa se ha rezado por los que estaban en la misa presencial y desde las celebraciones de la parroquia se ha rezado y tenido muy en cuenta a los que estaban en casa. Además de tener muchas ganas de vernos, como grandes hermanos que somos.
Rezar en familia, es otra tarea que nos distingue. Qué pocas ocasiones hay en lo cotidiano para rezar juntos. La actividad nos lleva y no somos capaces de poner en el horario el rato de oración familiar. Ahora es una ocasión para evitar cortes y vergüenzas y reunirnos en el sitio más entrañable de la casa para escuchar el evangelio del día, pedir, agradecer, perdonar… con el Señor en medio de nosotros. Rezar por los enfermos, para que se acabe la pandemia y para que esto nos sirva para acercarnos más a Cristo y corregir el rumbo individualista y soberbio de nuestra sociedad.
Es signo de nuestra fe estar pendientes de los demás. Llamar por teléfono a gente de nuestra comunidad que está sola y dedicarla nuestro tiempo. Los días se hacen muy largos. Incluso se puede rezar el rosario con ellos por teléfono en un momento dado. Es la ventaja de las tarifas planas. También preguntarnos unos a otros y ver qué necesidades surgen en nuestro entorno de dentro y de fuera y qué podemos aportar para cubrirlas.
Ya hablé en otro escrito de rezar, revisar la vida y la sociedad en que vivimos poniendo todo a la luz del Señor. No me repito.
Y os propongo rezar juntos la oración del 50 aniversario tantas veces como queráis. Añadid estos días “bendice nuestra parroquia y nuestro mundo”. Y rezadla, si podéis, especialmente a las 1100h y/o a las 20,00h. Así estaremos en comunión rezándola juntos al final de cada misa. Una oración y una vela encendida son una doble luz que siempre llega al Señor. Es nuestra tarea sacerdotal de interceder por todos, que también nos distingue.
Y seguir proyectando y transmitiendo esperanza entre nuestra gente. Apoyados siempre en Jesucristo con la certeza de que el triunfo es de la vida.
Ahhh y aprovecha en estos días para escribir, hablar y así acercarte o reconciliarte con el que no te hablas o no le haces mucho caso o tienes juicios sobre él. No esperes a que dé el primer paso. Así, cuando volvamos a vernos ante el altar nuestra ofrenda será más plena.
Ángel